¿QUIEN ES EL HEREDERO DE LAS COSAS DIVINAS?

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

“El que las busca hasta encontrarlas.

 

El que las desea hasta llegar a amarlas.

 

El que les consagra toda la vida

 

y es como una lámpara eterna ardiendo al pié de un altar.

 

“Más aún: es el que se ha convertido

 

en tabernáculo donde mora la Divinidad.

 

 

“¿Cuál es el camino que ha de seguir el alma

 

para llegar a este punto final de su eterno vivir?

 

 

“Es el yermo áspero y solitario."

 

 

“Mas este yermo, no es el desierto de peñascales pavorosos

 

y de arenas ardientes que abrasan los pies.

 

No es el apartarse de sus semejantes,

 

ni el huir de las ciudades, ni vestir sayal y capuchón.

 

“No es el ayunar a pan y agua y someter

 

el cuerpo físico a torturas y maceraciones.

 

 

“Es el vivir entre los humanos

 

incapaces de comprenderle.

 

“Es el vivir entre el torbellino del egoísmo,

 

del odio, de la maledicencia,

 

de la impudicia, de la falsedad,

 

de la hipocresía, de todas las ruindades

 

en que vive la criatura humana,

 

ignorante de quién es; de dónde vino y a dónde va.

 

Tal es el yermo áspero y solitario en que vive el heredero de las cosas divinas.

 

 

“Allí tendrá sed y no encontrará una fuente de aguas limpias para beber.

 

“Allí tendrá hambre y no encontrará

 

sino guijarros cortantes  y zarzales espinosos que harán sangrar sus manos.

 

“Sentirá el cansancio y la fatiga,

 

y no habrá un árbol que le ofrezca

 

su sombra para descansar,

 

ni una gavilla de heno para reposar su cabeza ardiente de fiebre.

 

 

“Sentirá el frío de la intemperie,

 

la nieve cayendo sobre sus carnes desnudas

 

 y no habrá quien comparta con él su techo,

 

ni quien le ofrezca la mitad de su manto,

 

 ni una piel de bestia para cubrir su desnudez.

 

“Sentirá la necesidad de un pecho amigo

 

para desahogar la tristeza de su vida,

 

pero no encontrará quien comparta su sentir,

 

ni quien llegue a comprender

 

el por qué de sus ansias, de su búsqueda,

 

 de sus insaciables anhelos.

 

 

 

“Es así el yermo áspero y solitario que ha de atravesar

 

 el heredero de las cosas divinas.

 

 

 

“¡Oh desventurado peregrino incansable!

 

¿Por qué no vuelves pié atrás

 

 y tomas la senda florida de los que ríen, de los que cantan,

 

de los que danzan eternamente alegres y felices?

 

¿No les tienes envidia?

 

¿No les ves sonrosados y dichosos,

 

satisfechos de la vida, corriendo siempre tras del placer?

 

¿No puedes hacer tú lo mismo?

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 “Así aullará la voz del mal como silbido de serpiente,

 

enroscada en las arenas del yermo,

 

asechando el andar vacilante del peregrino entristecido.

 

 

“Pero cuando todo esto haya sido soportado heroicamente y vencido;

 

cuando todo esto haya quedado atrás

 

y allá muy lejos de tu senda,

 

¡Oh feliz caminante de las sendas de Dios!

 

entonces verás que se enciende tu estrella

 

en lo alto de una colina verde y florida,

 

donde los pájaros cantan y se arrullan las tórtolas;

 

donde la fuente abre el cristal de sus aguas serenas,

 

y las dulces palmeras te abanican con sus hojas,

 

te alimentan con sus frutos;

 

y el suave heno de los campos

 

alfombra la senda de tus pies,

 

y las mieses te brindan sus espigas

 

y como corona merecida para tu afiebrada cabeza,

 

la mano suave de un amigo,

 

las rosas frescas de un amor,

 

los lirios de la amistad…

 

un corazón abierto a tus confidencias,

 

dulce a tus penas, miel a tu boca lastimada de espinas, de zarzas,

 

de guijarros cortantes.

 

 “El dolor, la soledad, el abandono,

 

la incomprensión, la ingratitud,  el engaño, te habrán purificado,

 

te habrán acrisolado hasta dejarte convertido  en una lámpara eterna ardiendo

 

al pié de un altar,

 

en un tabernáculo vivo donde toda la Majestad Divina

 

reposará con infinito deleite.

 

“Recién entonces vendrá a ti el poder que te hará dominar

 

las furias del mar embravecido,

 

 la avalancha de los huracanes que pasan  devastando campos y ciudades;

 

la voracidad destructora de los incendios; las bestias enfurecidas,

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

los asesinos asestando puñaladas en la sombra.

 

Entonces los ángeles de Dios bajarán hasta ti a dialogar contigo,

 

a traerte mensajes celestiales, a llenar tu alma de paz y de consolación.

 

Y como a Moisés desde los velos de nubes de nácar

 

 te dirán: “Golpea con tu vara ese peñasco

 

y el agua saltará cantarina y fresca para calmar tu sed”.

 

“¡Y la Divina Presencia se hará sentir

 

en lo profundo de tí mismo

 

como una sinfonía angélica en que

 

perderás la noción del mundo y de la tierra,

 

de los seres y de las cosas porque

 

sólo vivirás para aquella intensa felicidad

 

vibrando en ti mismo como

 

cien arpas eólicas suspendidas

 

desde los cielos sobre tu ser divinizado!

 

 “Recién entonces comprenderás

 

que eres un ángel de Dios

 

desterrado en este valle de las angustias de muerte.

 

“Y volviendo tu mirada hacia atrás

 

por las sendas que has recorrido,

 

te asombrarás de haber pasado por las llamas

 

de todas las corrupciones sin quemarte;

 

por las ciénagas pantanosas de los vicios humanos

 

sin manchar tu vestidura;

 

por el yermo áspero y pavoroso de todos los egoísmos, desamor, ingratitud,

 

abandono, soledad, pobreza, traiciones,

 

sin haber claudicado en tu Yo íntimo

 

con tu Eterno Padre Invisible!

 

 

“Y caminando entre los hombres,

 

o caminando en las soledades, dormido o despierto,

 

orando o trabajando escucharás siempre

 

esta misma melodía:

 

<<Bienvenido tú hijo mío que me has amado sobre todas las cosas

 

y a tu prójimo como a ti mismo.

 

“Eres dueño de tu vida y mandas sobre la muerte.”

 

“Cuando quieras entrar en la posesión

 

de la herencia eterna que has conquistado,

 

este Reino mío que es tuyo, ven a mis brazos

 

que te espera mi amor para coronarte de amor”.>>

 

 

“|Oh feliz heredero de las cosas divinas!

 

Lo que mucho vale mucho cuesta.

 

No lo olvides cuando vagando solitario y triste

 

por este valle de las angustias de muerte,

 

sientas desfallecer tu corazón y  caer sin alientos tus brazos

 

ante la matadora incomprensión humana.

 

“No lo olvides cuando el desamor y el abandono siembren

 

de escarchas y nieves tus caminos en los que tú sembraste para otros

 

 rosas y madreselvas.

 

No lo olvides cuando todas las luces de la tierra

 

se hayan apagado para ti allí mismo donde tú encendiste luminarias

 

para alumbrar a los viandantes

 

de los caminos de la vida.

 

“Lo que mucho vale, mucho cuesta; y no es

 

de las criaturas más míseras y pequeñas que tú de quien debes esperar nada,

 

absolutamente nada, sino de tu Eterno Padre Invisible

 

que te sigue con la mirada, que sonríe con tus triunfos,

 

que recoge con amor tus renunciamientos heroicos

 

y los escribe con fuego divino en sus archivos de luz;

 

que te envía sus ángeles que te guardan como a la niña de sus ojos

 

porque eres su heredero eterno

 

en quien tiene sus complacencias.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 “Todo esto y más, mucho más,

 

que la pluma no sabe estampar,

 

ni el pensamiento humano alcanza a percibir

 

a través de la vasta inmensidad de cristal

 

en que se plasma la idea Divina,

 

es la herencia eterna tuya comprada

 

con todos los vencimientos y renunciaciones

 

que habrán estrujado como fruta madura tu corazón;

 

con todas las lágrimas que habrás llorado

 

en tus múltiples existencias terrestres,

 

sin que ninguna mano amiga las haya secado,

 

ni ojos humanos las hayan visto,

 

ni corazón de hombre haya compartido tu sufrir.

 

 

“¡No lo olvides!… Para llegar a ser heredero de las cosas divinas,

 

es necesario a veces dar saltos en el vacío, aún ignorando

 

si los ángeles de Dios te sostendrán en sus brazos

 

para evitarte la caída al abismo.

 

¡Los ángeles de Dios que velaron sobre Jacob

 

pastoreando día y noche  ganados que no eran suyos!

 

¡Los ángeles de Dios que velaron las peregrinaciones largas y dolorosas

 

de Abraham que levantaba un altar en cada jornada

 

y en su oración silenciosa preguntaba llorando a Jehová:

 

 

—¡Señor! ¿a dónde me llevas?

 

 

Los ángeles de Dios que envolvían de luz

 

y de fuego la persona de Moisés,

 

cuando calmaba la furia de su pueblo enloquecido

 

de hambre y de sed,

 

cuando su dedo de diamante abría grietas en la roca

 

y saltaba el agua en torrente incontenible,

 

cuando escribía en láminas de piedra la eterna Ley del Sinaí.

 

 

“¡Tu fe vacilante podrá sugerirte alguna vez

 

que tú no eres Jacob, ni Abraham, ni Moisés

 

y la desesperanza se adueñará de tu alma como helada agonía!…

 

 

“¡Oh feliz heredero de las cosas divinas!

 

eres un nuevo Jacob, un nuevo Abraham,

 

un nuevo Moisés andando por su misma senda,

 

saboreando el mismo amargo acíbar,

 

 atravesando el mismo páramo solitario y pedregoso

 

sin más calor que el de tu propio corazón agonizante…

 

sin más agua que las de tu llanto que nadie secará

 

sino el viento silbando entre los peñascos…

 

¿Crees acaso que ellos conquistaron a menor precio

 

la eterna herencia que te está destinada ?…

 

 

 

“¡Ya clarea tu día de gloria, de paz y de amor!…

 

¡Cuán feliz serás viendo en tu mano las cosas divinas,

 

los poderes supremos de tu Eterno Padre Invisible,

 

morador de tu tabernáculo interno…

 

aquel que le has formado con las cien columnas de alabastro

 

de la pureza de tu vida; con el oro resplandeciente de

 

todos tus sacrificios, con los velos de púrpura de la sangre viva de tu corazón

 

renunciando a todo cuanto halagaba tus sentidos empobreciendo tu espíritu!…

 

 

¡Excélsior!… ¡peregrino eterno de los siglos

 

y de los mundos!…

 

¡Eres grande porque caminas sin apoyarte en nada!

 

¡Eres fuerte porque has vencido todo,

 

y hasta a ti mismo!

 

“¡Eres el heredero de las cosas y poderes divinos

 

porque tienes a Dios en ti mismo y para siempre!

 

 

“¡Comprende!… ¡Oye! ¡No lo olvides nunca:

 

eres por fin un Hijo de Dios y ese Eterno Padre Invisible

 

tiene en ti sus complacencias infinitas!”